Hay cosas que me gustan, y hay cosas que me gustan más todavía.
(Estoy estudiando; cuando tenga tiempo de sentir volveré a parir).
martes, 28 de agosto de 2012
lunes, 20 de agosto de 2012
sábado, 18 de agosto de 2012
Mi vida va prohibida.
- ¿Existe el Gran Hermano?
- Claro que existe.[...]
- ¿Existe en el mismo sentido que existo yo?
- Tú no existes.
1) Policía Nacional, Alcantarilla, Murcia, finales de junio de 2010. Los perros huyen del asfalto escondiéndose tras las escasas sombras de los edificios., las gargantas se secan de a poco con los cuarenta grados del mediodía, y desde el comienzo de la manzana se puede ver la cola de gente que espera su turno para entrar en el cuartelito.
Dentro hace más calor, incluso. Los cuerpos de amontonan encajonados entre las escasas sillas para crear la ilusión absurda de estar recibiendo algo de lo que sea que suelten los tres ventiladores. En la pared, un póster desteñido advierte sobre las consecuencias de viajar con drogas en los bolsillos. Por lo demás, aquello podría ser la sala de espera de cualquier hospital público. Dos familias se turnan para poder estar sentadas cada veinte minutos. Al fondo, en la segunda mesa de la izquierda, un hombre de mediada edad levanta mecánicamente y con gesto cansado la mano de su madre, postrada en una silla de ruedas y con los ojos cerrados.
Hace sudor. La mujer viste de negro. Su hijo cumple los trámites despacio, con la parsimonia de la rutina, a pesar de la gente que le observa con urgencia a sus espaldas. Sujeta la mano, levanta un dedo, después otro. Los moja en tinta mientras le explica con paciencia a la oficinista que no, su madre no puede firmar, hace años que es incapaz de escribir nada. La chica frunce el ceño y rebusca en un cajón el expediente adecuado. Se levanta, va a la fotocopiadora, vuelve a la mesa. El hombre estampa los dedos de su madre en el papel. Ruido de máquinas, todo archivado, todo catalogado. Diez euros. La chica da las gracias y casi que arroja la tarjeta encima de la anciana. Ya está, mamá, ya tienes tu DNI, se oye.
2) Aeropuerto central, Budapest, Hungría, agosto de 2012. En la cola de embarque de un vuelo de bajo coste con destino a Alicante, un hombre que apenas superará la treintena enseña orgulloso a los dos niños que lo acompañan, mochila-cocodrilo en mano, sendos pasaportes en lengua magiar. Sobre una página gris todavía sin estrenar se aprecia la fotografía en blanco y negro de un niño de cinco años. Por si acaso.
martes, 14 de agosto de 2012
Todo arte es erótico.
Arte: cuerpo desnudo de mujer, cama revuelta, luz gastada. Sábanas rojas, colores oscuros, las nubes ahí debajo y los pulmones explotando (cima de montaña). Jerseys de lana en punto cruzado. El humo de los trenes y el morbo de los ascensores. Lo siniestro, lo cerrado, lo violado, lago tibio. Los abrazos (eso sí, eso sí que es arte), los abrazos como de franela y los ronroneos en la espalda, sibilinos, desgarrados, como exhaustos. Las bufandas en invierno y el césped en verano. Las miradas que desafían. Las sonrisas, las caricias, un buen poema pero no cualquiera: uno que vibre. El café caliente entre las manos, libros y chimeneas.
Arte: la ruptura. Los deslices y las costras (cicatrices). Las heridas, las venganzas, las matanzas, los suicidas, los balcones, la tortura. Las violadas. Las paredes, los desguaces, los mordiscos, la crianza. Los puentes y el vacío, la escalada, la batalla. Los empujones, las lágrimas, la piel descarnada y el pánico a los cementerios. La aventura, los piratas. La sangre y la tormenta, los ligueros, la resistencia. Las drogas y los mantras. La bebida. Las hogueras, la violencia. Libros en chimeneas.
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