jueves, 10 de enero de 2013

Pacíficamente si podemos; a la fuerza si debemos.

"El ataque a Rawfolds se ha convertido en legendario. En él tomaron parte quizá ciento cincuenta luditas: se dijo que se esperaban más, pero que los contingentes de Leeds o Halifaz no consiguieron llegar a tiempo. Dirigidos por George Mellor, un joven tundidor de un pequeño taller de acabado situado en Londroyd Bridge, cerca de Huddersfield, los luditas intercambiaron un fuego vivo con los defensores atrincherados, durante veinte minutos. Bajo la cobertura de este fuego, un pequeño grupo de martilladores y hombres armados con hachas hicieron repetidos intentos de derribar las pesadas puertas de la fábrica. Este grupo sufrió bajas importantes, al menos fueron heridos cinco, de los cuales dos -heridos mortalmente- fueron abandonados cuando los luditas se replegaron repentinamente. Se dice que su jefe, Mellor, fue el último que abandonó el campo y que no pudo ayudar a los hombres heridos puesto que estaba ayudando a trasladar a otro hombre -su propio primo- a salvo. El terreno alrededor de la fábrica quedó cubierto de mosquetes, hachas, picas y herramientas de metal.

(...)

Cientos de personas se agruparon en la calle frente a la posada donde los hombres yacían moribundos. Se encontraron manchas de aqua fortis (utilizada, quizá, para cauterizar) en sus camas y se creyó que les habían torturado para que revelaran información. Se cree que Roberson se inclinó sobre el lecho de uno de ellos, John Booth, hijo de un pastor anglicano, que tenía diecinueve años, a la espera de una confesión final. En el momento de su muerte, el joven Booth le hizo señas a Roberson: '¿Puede usted guardar un secreto?'. 'Sí, sí - respondió impaciente Roberson-, puedo'. 'Yo también', le replicó Booth, y poco después murió".


E.P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra.

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