Da igual, en realidad sólo quería contarte que hoy por fin me sentí mal y que ese abrazo me ha hecho darme cuenta de por lo que estaba pasando. Supongo que estoy tan acostumbrada que ya ni percibo lo que las cosas tienen de anómalo; me desentiendo de las malas palabras, hago como si no a las espaldas dadas. Llevo tanto tiempo cargando con la responsabilidad de sonreír que se me ha olvidado lo que es llorar en público, y hoy me descubrí a puntito con ese me-han-dicho-que-lo-estás-pasando-mal cuando ni yo misma era consciente de ello.
Supongo que era esto lo que quería decirte, no más. Que hacía meses que no me sentía querida y que he quizá por eso he apreciado tantísimo el gesto de ternura de esta tarde, el que vinieran a preocuparse. Son mil cosas, yo qué sé. Me gustaría que me preguntaras mañana, algo así como un oye-anoche-no-pudimos-hablar-cómo-estás-no-te-olvides-que-te-quiero. Todo junto. Me gustaría que me llamaras a propósito, que mostraras ese poco de interés, pero sé que a pesar de toda tu buena intención eso no va a pasar. Así que me conformaré con una manta, a falta de abrazos.
Da igual, al fin y al cabo. Acaba de venir Aurora a mi cuarto a decirme que sabe que podré con todo. A la mierda, ¿sabes? Me gustaría que por una jodida vez alguien no supiera tanto y me echara una mano.
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