Recuperé este Madrid que nunca para quieto, y lo hice en forma de llamadas en Gran Vía, rones y ska en mi habitación a la una de la mañana y cafés allá por Chueca. Suena reagge ahora mismo, Policemen in the Setreet mientras que yo visto de colores. Fuera se oyen helicópteros (sí, helicópeteros; pasan de vez en cuando, buscando no se sabe a quien, como si de régimen militar se tratara) y aquí dentro, lástima que no fuera, huele a rebeldía.
Rescuperé este Madrid que no me deja escribir ni leer ni nada, que me ama en forma de Lavapiés y que me odia cuando se me ocurre acompañar a alguien a ese feudo que es la Rey Juan Carlos; este Madrid que me llama, me llama desde las tiendas de segunda mano de Malasaña y esas cervecerías que en la trastienda reunen todo tipo de grupos políticos de extrema izquierda.
Recuperé la vida y el trabarme a hablar, a bailar, a luchar, a leer en los trayectos de metro y encender velitas de colores mientras caigo de espaldas contra mi cama y arriba alguien pincha drum&bass o rumba o quémásda mientras sea vida.
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