jueves, 5 de diciembre de 2013

1.

Te tengo enredado en los pulmones.

Tanto, que te me atragantas al respirar y me sales así de aguado por los ojos. El amago lo he hecho antes pero es sólo ahora que lloro, al acercar el ordenador despacito y abrir una hoja nueva. Meses que no lo hacía y mi vida boca abajo (o quizá, por fin, boca arriba). Algo así.

Querido diario: consolidé mis piernas como infinitas. Me despierto cada mañana y maldigo las despedidas buscando autobuses con la mirada. Mi cama es cada vez más grande y yo que tengo esta facilidad para la piel de gallina. Ya no se me resbala la vida. Se fue el nudo de mi garganta (sólo ahora acaba de volver: por qué escribir si no) y a cambio la sonrisa es cada vez más grande. Todo está bien en el mundo cuando tiene que estarlo.

(...)

Está demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el falso perdón de dios

a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.