jueves, 12 de febrero de 2009

Y a quién coño se le ocurre



Cállate, siéntate y escúchame. Lo vas a hacer quieras o no. Porque yo soy mil veces mejor que tú, ¿me oyes? ¿Me oyes? Nunca aspirarás a llegarme a la suela del zapato, por mucho que lo intentes. Mírate, ¿cómo pretendes alcanzarme? Eres... eres tan... eres un hombre. ¿A cuánto llega tu capacidad cerebral? ¿Acaso es comparable con la de un ratón? No, por supuesto que no. A lo largo de la historia lo hemos podido comprobar. Han sido las mujeres, siempre las mujeres, las que han llevado el peso de todo. ¿Hombres importantes? Bah, estás loco. Mírate, yo soy mujer, genética y mentalmente superior a ti. Y tú, ¿qué eres? Escoria humana. Siempre quejándote, siempre con pegas, nunca dispuesto ni capaz de nada. Eres inferior, infinitamente inferior. Así que ni se te ocurra abrir la boca, porque aquí se hace lo que digo yo. Ni se te ocurra protestar, ni se te ocurra denunciar. No eres nada sin mí, y tú lo sabes. ¿Dejarme? ¿Qué harías entonces? Pudrirte en la calle, porque eres incapaz de hacer nada. Me lo debes todo a mí. Estúpido hombre. Capullo con suerte, haz lo que yo digo y reconoce tu inferioridad.



...

¿Cuántas veces habéis escuchado este discurso?
¿Y cuántas el contrario, de un hombre a una mujer?

Y la gente sigue negándolo, diciendo que son cuestiones de pareja, que es imposible entenderlo si no estás dentro. Puedo ver la desesperación. La inseguridad, el creerse indefensas ante todo y ante él, ante ellas mismas. El miedo, el dolor, el callar como mártires, el no grites puta, el sentirse aislada del mundo, sin nadie a quien recurrir, sin nadie en quien confiar.

Por favor, digamos no.
No a las burlas, a los descalificativos, al ésa es una guarra, al son cosas suyas, no al no hay que meterse en cosas de parejas. Por favor, digamos no al desprecio, digamos no a la verguenza, digamos no al silencio. Digamos no a la indiferencia, no a la soledad, al vacío sentimental. Hay que parar esto ya.

Porque soy una mujer. Y a mí, no me vas a poner la mano encima en la vida. Y a ella, tampoco.