miércoles, 16 de febrero de 2011

Pero esta vez no era yo.

"¿Sabes? Siempre me gustaron las mujeres en las ventanas. Una vez hice un trabajo sobre ese tipo de escenas en películas". Y yo estiré un poco las piernas, deslizándolas sobre la cama, sonriendo permisivamente y haciendo como si no hubiera oído nada mientras contemplaba cómo caía el agua fuera en la calle.

"A mí me gusta la luz en el agua: no la luz ni el agua, sino cómo se refleja la una en la otra", respondí al cabo de unos minutos. "Es más bonito conforme se hace de noche", "Como casi todas las cosas", murmuré. Y después él rió, y yo me sentí estúpida, como casi siempre, fuera de lugar.

Al otro lado del cristal llovía. "La gente corre cuando llueve", musité para mí misma, con el mismo tono de niña que cuando señalo en voz alta el color verde del césped, tan vivo, que transmite ganas de rodar por él o de mancharse de rocío; con el mismo tono idiota que cuando comento que la chimenea de casa de mis abuelos calienta las manos, fíjate, conforme las acerco me siento mejor, y alguno de los autodenominados adultos de mi familia me miran con gesto preocupado, Julia, crece de una vez; con el mismo tono ingenuo que aquella vez que le pedí a ese chico del metro: por favor, quítate los cascos, que la mujer está cantando para poder comer y a mí me entran ganas de llorar.

"Deberías escribir un libro con ese título". Y yo trato de borrar todo lo que me pasa por la cabeza, aquella noche cerca de Ópera con la falda calada pégada a las piernas, a sus piernas; el llanto que me regaba por dentro en las tardes de verano, cuando no podía más y pensaba que quizá nada merecía la pena; los paseos por Mánchester cuando salía del trabajo y me sentía más sola que nunca, por muy acompañada que estuviera de abrazos vacíos; las gotas que resbalan por el cristal de la ventanilla mientras abajo me dicen adiós con la mano; el echar de menos un hombro amigo con el que acurrucarte bajo una manta, taza de café en mano. Y sonrío.

"Quizá algún día... Tengo bastantes cosas escritas sobre la lluvia".



Bañada en salitre
flota en la memoria de los días grises
fumo en la ventana
veo tu silueta sobre el arrecife.

1 comentario:

Javier dijo...

Casualidad es que haya entrado en tu blog justo en un día de lluvia.
No llores, que ya se llora demasiado en este mundo.