viernes, 8 de julio de 2011
La Bohème.
Se mira en el espejo y sabe que cualquiera querría follarla. Así, sin más, porque para qué hace falta más. El problema es que no sabe dónde buscar a ese cualquiera.
Está tan bonita como sola, se ponga lo que se ponga. Con su moño de bailarina, su cuello de ciste y sus labios rojos de puta barata. Y un vestido negro que metió en la maleta no sabe para qué, si total, no iba a tener nadie ante quien quitárselo.
Tiene la cara manchada de rímel y un agujero en las medias. Tira de la rejilla con fuerza, agrandando la carrera. Y se quita el pintalabios a golpes de rabia mientras se dispone a meterse sola en la cama.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Y su mirada perdida frente al espejo. Los ojos vidriosos, cansados de otra noche en vela.
Para completar el uniforme de mujer fatal, lleva un velo de soledad. Un vacío a la altura del estómago que ninguna sopa parece llenar, unos dedos que se cierran sobre una mano fantasmal, esos labios que olvidaron besar.
¿Quién soy yo?
Publicar un comentario