sábado, 19 de noviembre de 2011

He visto las calles.

El caso es que ahora no sé por dónde empezar; si decir que las facultades son como mastodontes dormidos o que la gloria sabe a sangre amiga.

Por la noche, los edificios palpitan de vida. No hay luz en las calles ahí donde acaba Madrid, ni coches junto a las aceras ni peatones por las vías. El transporte público no llega ya, es la estación fantasma de nuestros libros de niñas. Las facultades son como mastodontes dormidos, que palpitan, palpitan de vida. Bloques de cemento gastado y ladrillo agujereado durante la Guerra Civil, que se alzan con orgullo portando en cada una de sus columas la dignidad del vencido.

Por la noche, los edificios palpitan de vida. Una brigada de seguridad recorre diminuta toda Ciudad Universitaria, analizando con algo así como miedo cada ventana prendida, casa sonido extraño. Y en mitad de la noche, las hormigas trabajan: a las cuatro de la mañana, setenta personas se afanan en el vestíbulo de Geografía e Historia. Las hormigas son Víctor y Chavo bajando desde Filosofía para pedir silicona, compas, que hay que cerrar las puertas, María llamándome desde Medicina para avisar de que la tele está allí, Clara y Diego viniendo desde Ciencias porque les falta tela de pancarta; las hormigas son las docientas personas encerradas en el campus de Somosaguas, llamando para darnos ánimos; las hormigas son las valientes que han sacado la primera asamblea en la historia de la Universidad (hasta ahora) pública Rey Juan Carlos, soy yo subiendo a Filo a por palomitas porque Andrés tiene hambre, son las compas de la Politécnica preparando piquetes para las salidas del metro, son las 130 personas que retransmiten por internet la asamblea de Bellas Artes; las hormigas son las estudiantes de la Universidad Autónoma, que han logrado sentar el Rector frente a ellas de igual a igual, y las que entraron por la fuerza en la Carlos III y las que se dejaron los ojos y los todos manteniéndose despiertas hasta las siete de la mañana.

Por el día la euforia y el miedo terrible al fracaso de todo. Rafa diciendo que han logrado abrir las puertas de Veterinaria, Manu y Quique temiendo por todo, Isa con cuarenta horas encima sin dormir.

La gloria sabe a sangre amiga. Pero el día 17, sí, fuimos las estudiantes. La gloria sabe a sangre amiga, pero el día 17 quien quiso entrar a Madrid por la carretera de A Coruña tardó cuarenta minutos más que de costumbre, y la Castellana estuvo cortada antes y Gran Vía después. La gloria sabe a sangre amiga, pero qué gloria más tremenda, institutos y universidades al paso señalando a los culpables, subiendo después de once años a las escaleras de este Congreso tan impuesto y tan cobarde, marchando sin miedo, sin miedo frente a la ejerción de la fuerza más bruta. Tomando las calles y haciéndolo bien.

La gloria sabe a sangre amiga. A Víctor, a Adrián, y al resto de las que han salido esta mañana de los juzgados de Plaza de Castilla tras pasar dos noches en el infierno que es Moratalaz.

Y no sé por dónde acabar: si decir que las facultades son como mastodontes dormidos o que la gloria sabe a sangre amiga.


Si nos roban el futuro, bloqueamos la ciudad.
http://tomalafacultad.files.wordpress.com/2011/11/carta-estudiantil1.pdf


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