viernes, 10 de mayo de 2013

Se llama Soledad.

"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto". - Rayuela, capítulo 93.   

Hace tiempo que no escribía llorando, ¿sabes? Casi tanto como el que llevaba sin necesitar escribir, así, necesitar con todas las letras, esas ansias que te entran por el estómago y se instalan entre los pulmones, impidiéndote respirar. Como el rayo de Cortázar. Y aquí estoy, una y pico de la mañana, buscando con la mirada el ron que sé que no hay en mi cuarto. Había que intentarlo.

Irónicamente, me reconozco más en esto que en cualquier cosa del último tiempo. Las rutinas, ya se sabe, que consiguen que una se acostumbre hasta al auto-desgarrarse. Un auto-desgarrarse despacio, despacito, recreándose en la sangre. Disfrutando casi. Con una sonrisa de placer al notar que salen las palabras; los ojos cerrados y lágrimas por la cara. Que ya no necesito ni respirar para escribir, sólo estremecerme. Como Piaf cuando cantaba eso del acordeonista que se fue a la guerra y la puta que le lloraba, todas las noches, sin poder dejar de bailar con la música.

Al fin y al cabo, esto se trata de salir adelante. Vivir es una contradicción en sí misma, y eso. Sola o acompañada, qué más da mientras sea capaz de seguir levantándome. O eso quiero creer; demasiados años me han enseñado que no suele haber opción posible. Así que, no sé, igual corto con lo de esconderme en la cama hasta mediodía y comienzo a ponerme horarios como las personas adultas. Que ellas, cuando las veo en el metro, ni lloran ni escriben.

Al fin y al cabo, esto se trata de salir adelante.

No hay comentarios: