Hoy es uno de esos días que de lluvioso casi parece tímido. El día de hoy amaneció remolón, dando vueltas en la cama aferrándose a las mantas, y se niega a hacer cualquier cosa que no incluya libro, taza caliente y calcetines blanditos. Es un día para no salir del cuarto, aquí entre cuatro paredes y con Silvio cantando, el ron tentándome en la estantería y Sargón de Akkad, Rey de las Cuatro Religiones que unificó Sumer por vez primera.
Hoy es uno de esos días tan nostálgicos que no me importaría volver a escuchar Anda, aunque te me incrustaras en el estómago y como en las calles de Granada todavía me dolieras un poquito, un poquito, porque hoy es uno de esos días. Uno de esos días en los que puedo recitar los nombres de cada una de las personas que conforman este Madrid cada vez más mío y más cálido, manta de abuela que te arropa, que te arropa hasta ahogar.
Hoy es uno de esos días, sí, que se cree capaz de cualquier cosa. Que evoca glorias pasadas pero también compañeros y compañeras presentes, hombros amigos que se apoyan al tuyo a la hora de crear, de construir, de amar. El día de hoy es Odile hablando de poesía, Alba e Irene limpiando su cuarto y Jordi viniendo a hablar conmigo de cualquier cosa. El día de hoy es un encierro en Filosofía y Teresa preparándome leche caliente con miel, Marcos leyendo Público y pasando después al ABC, Iván contándome de la carrera, Carlos invitándome al Círculo de Bellas Artes, Pablo y Alejandro intercambiando objetivos y haciendo fotos en el rastro, Manuto y Edu discutiendo de reformas en educación en las escaleras de la facultad, Chuspi y Clarita haciendo malabares, Ángel llamando a mi puerta, Cristina hablando de Barcelona, y Madrid, Madrid toda, Madrid ella, dándome un abrazo de lluvia y jerseys mullidos.
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