Que me quiera así: malhablada y malsonante, burda y sensible como una niña tonta, impulsiva, paralela, mentirosa compulsiva, en continua auto-(de)construcción, retraída y expansiva, voluble en alguna especie de firmeza destructiva, nostálgica idiota y obsesiva. Que me quiera así, sólo eso.
Que tenga la palabra justa, el insulto a mano, el abrazo en la punta de la lengua para recordarlo cuando convenga. Que me lleve en coche cuando ya ni él pueda andar y que me advierta cuándo me estoy pasando. Que me emborrache y que se deje besar en la mejilla mientras le revuelvo el cabello tendida sobre su hombro.
Que me llame cuando necesite un brindis para desahogarse poniendo a parir a quien haga falta. Que se deje recorrer kilómetros para ir a verlo, que recordemos viejos tiempos, que haya vivido a mi lado y que siga ahí en la distancia tan próximo como siempre. Que me mire a los ojos para darme las gracias y que me mire a los ojos para mandarme a la mierda. Que me robe cerveza. Que quede conmigo y me espere ahí, solo en la barra, ojeando alguna revista mientras charla con el camarero. Y que
ante todo
me quiera.
Porque amigos, lo que se dice amigos, hay muy pocos por el mundo. Y yo lo tengo a él.
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